Federico Fellini vida y obra

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“Un artesano que no tiene nada que decir, pero sabe cómo decirlo"

 

 

Con esta frase se describía el cineasta Federico Fellini, nacido el 20 de enero de 1920, en la ciudad de Roma. Director y guionista italiano que marcó un precedente en la industria cinematográfica y dejó un legado cultural en el séptimo arte. Su adolescencia la vivió entre libros, amigos, dibujos y sueños. A su corta edad pero gracias a sus indomables talentos trabajo para La Domenica del Corriere, el periódico florentio Il 420, Il Popol, y diversos medios de comunicación donse se desempeño como dibujante, corrector y redactor.  Tras varios éxitos en sus publicaciones consigue irse a vivir a Roma con el pretexto de estudiar derecho pero su intención era convertirse en periodista.

 

El talento artístico de Fellini lo llevó a dibujar retratos cómicos, caricatura política y secuencias para campañas publicitarias, escribir series, artículos para revistas y  entre guiones y dibujos llegó al “Cente Italiano Audizioni Radiofoniche”  y fue en aquel escenario donde empezó a conocer el formato cinematográfico. En ese agitado y naciente mundo del espectáculo, se encontró con Giulietta Masina, actriz italiana quien se convertiría en la protagonista de sus películas y su esposa.  Para los años cuarenta, pese a los conflictos globales y el fascismo desboronado conoció a  Tullio Pinelli, un dramaturgo que lo invita a crear una asociación profesional que lanzó al estrellato a Aldo Fabrizi, en 1944 dio apertura a su tienda de retratos y caricaturas llamada The Funny Face Shop. 

 

Fellini tuvo un gran interés en la creación de cine y empezó a escribir guiones para diversos directores de la época y ya para el año 1945 conoce a Roberto Rossellini que de manera conjunta desarrollaron una de las películas mas destacadas durante la posguerra  “Roma città aperta” sus películas marcaron la diferencia por su tinte sombrío, dramático, lúgubre, sin sentido y fuera de contexto al cine convencional, tanto así que una de sus frases lo identifica sin tener sentido alguno “Asa Nisi Masa”Tras producir un centenar de Films, varias de sus películas le dieron la vuelta al mundo y fue galardonado por academias como los Óscar con un premio honorífico por su trayectoria profesional, el Festival de Cannes, entre otros, finalmente los falleció el 31 de octubre de 1993. 

 

El Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, el Istituto Italiano di Cultura di Bogotá, el Colectivo Errante y el Centro de Cultura, Arte y Tradiciones invitan a la comunidad a participar en el concurso “El universo onírico del cineasta Federico Fellini” para celebrar el centenario de su natalicio. 

 

Para mayor información puede dar clic en el siguiente enlace sobra la Convocatoria Fellini inscribirse en el siguiente formulario. 

Disfruta del siguiente corto realizado por Enrico Mandirola, Diego Santamaria y Colectivo Errante Asa Nisi Masa 

dibujos y caricaturas

 

 

El cineasta italiano se rodeó de artistas, críticos, intelectuales, escritores, caricaturistas, cineastas y un mundo de personas que lo guiaron en su proceso como director, sus películas estaban llenas de drama, acción, silencios misteriosos, situaciones extravagantes y grotescas, su particular talento lo llevó a crear obras que no cumplían con los estándares del cine del momento, su majestuosidad lo convirtió en un gran estrella de Italia y una figura única en la industria cinematográfica, sus películas poco convencionales le ofrecieron al mundo narrativas alternativas, con personajes neuróticos y extraños, algo irreverente para la época. Estas son algunas de las obras del cineasta que le dieron la vuelta al mundo. 

 

 En una de sus cintas estrenadas en el año 1954 Fellini se consagró como uno de los directores más prestigiosos del mundo y su aporte al séptimo arte fue con la singular “La Strada” una obra llena de neorrealismo italiano, película que tuvo como protagonista a su esposa la actriz Giulietta Massina, cuyo personaje es una joven mujer vendida a un artista al sur de Italia, con quien recorren el país, la relación entre el odio y el amor, la violencia, la represión de la mujer, el machismo entre otros factores que posiblemente Fellini retrato para evidenciar como nuestras actitudes pueden alejar a los que más queremos. Este film incluyó una inolvidable y majestuosa banda sonora que la inmortalizó como una de las mejores bandas sonoras en la historia del cine. La “Nina Rota”.

 

Ganadoras del Premio Oscar

 

  

Otras peliculas

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Pier Paolo Pasolini sobre Federico Fellini (1957)

Siempre recordaré la mañana en la que conocí a Fellini: mañana “fabulosa”, según su expresión más frecuente. Partimos con su carro, macizo y blando, ebrio y exacto (como él), desde Piazza del Popolo, y llegamos calle tras calle hasta la campiña: ¿era la Flaminia? ¿o la Aurelia? ¿o más bien la Cassia? La única cosa cierta, en sentido físico, era que se trataba de la campiña, con carreteras pavimentadas, gasolineras, unos caseríos, unos chicos algo salvajes en bicicleta, y todo en una inmensa cáscara verde, embebida de sol todavía frío, que envolvía cualquier cosa. Fellini manejaba con una mano y le apuntaba acá y allá al paisaje, con el riesgo constante de atropellar a los chicos salvajes y terminar en una cuneta, pero dando también la impresión de que eso, en realidad, era imposible: manejaba el automóvil de forma mágica, casi jalándolo y atrapándolo, como si estuviera colgado de un hilo.

Una mano, entonces, sobre el timón, maternal como una mujer de edad que se quiere mostrar atractiva, concentrada como un alquimista; con la otra, Fellini se retorcía el pelo, usando un solo índice como si fuera un torno o un huso. Me iba contando, mientras me arrastraba por esa campiña perdida en una miel de extrema dulzura, el argumento de Le notti di Cabiria.Yo, gatico peruano al lado de un gran gato siamés, lo escuchaba, mientras guardaba un libro de Auerbach en el bolsillo.

Todavía no entendía a Fellini: creía detectar como un límite lo que con el tiempo se reveló su enorme y total virtud. Traten de imaginar a una babosa grande como una ciudad – Cnosos o Palmira – al interior de la cual ustedes entran como héroes de Rabelais: y allí adentro van a encontrar cosas en un principio decepcionantes, como un vendedor de gasolina o una puta que se ofrece en un vestido de caricatura: ensayan un sentido de desproporción entre la enormidad del ambiente y lo mezquino de lo concreto-sensible allí trasladado: pero luego, poco a la vez, se darán cuenta de que la babosa-laberinto digiere y asimila todo en sus entrañas horribles y radiosas: y termina digiriéndolos también a ustedes, si no se cuidan.

La forma de hombre que le es propia a Fellini peligra constantemente: tiende a volverse a acomodar y componer según la forma anterior que la sugiere. Una mancha enorme, que según la fantasía puede parecerse a un pulpo, a una ameba agrandada al microscopio, a una ruina azteca, a un gato ahogado. Pero es suficiente una brisa de poniente, una patinada del automóvil, para que todo vuelva a mezclarse y a transformar el conjunto en un hombre: un hombre extremadamente tierno, inteligente, astuto y asustado, con dos oídos creados en el más perfecto laboratorio de artículos acústicos, y una boca que dispersa alrededor suyo los más curiosos fonemas que el cruce entre dialecto romañolo y romanesco haya jamás producido: gritos, exclamaciones, interjecciones, diminutivos, toda la utilería de la pre-gramática de Giovanni Pascoli.

En su reporte sobre Le Notti, me esperaba con temor una desproporción entre lo concreto, sensible del tono, el contexto y el gusto realístico, y el imaginario casi surreal, aun si modificado por el humor. Y esto fue lo que anoté y le dije la noche siguiente: otra vez dentro de la entraña de su carro, parqueado e iluminado en una gran avenida sin sentido, allá donde podía llegar a parar la enorme prostituta de la que andábamos en búsqueda, la Bomba. Él me escuchaba agazapado en la silla roja, como una mamá gallina, como una Madonna del Manto, con la gran mejilla, con el ojo maltratado, en el que se imprimía un relámpago de atención o la ansiedad, como fuera un tinte más opaco, que lo volvía a veces más humano, con su retina, su pupila color avellana, que lo hacía parecer casi gracioso e inmensamente cariñoso, si por casualidad se hubiese asustado un poco a causa de mi Auerbach.

Nunca encontramos a la Bomba, a pesar de recorrer todas esas avenidas que dan vueltas una y otra vez alrededor del Paseo Arqueológico, con los grupos de putas rojas iluminadas por el roce de las luces, y los pícaros en grupitos o solitarios, sentados a horcajadas en los muros, con sus culitos arriba y el cuello de las chaquetas levantado con gracia alrededor de unas cabezas arregladas, como si fueran tortas matrimoniales, la raya derecha y blanca, los crespos, y viento en popa. 

Traducción: Alessandra Merlo

Literata y teórica del cine, profesora del Departamento de Lenguas y Cultura. Se ocupa de imagen fija (fotografía), cine, medios y representación. Sus libros: Mirar una película, Cuatro ensayos sobre el cine italiano y Los útiles y los inútiles.

Acá puedes descargar y disfrutar del texto completo Pier Paolo Pasolini sobre Federico Fellini

 


       

 La dolce vita en vista de eventuales digresiones

Memoria espectral, el cinema es un duelo magnífico, un trabajo de duelo magnificado.

Jacques Derrida, El cinema y sus fantasmas

“Me parece que no estoy en ningún lugar. Si la muerte es así, no es un lindo trabajo.”

Federico Fellini, El viaje de G. Mastorna

Si quien permanece en el lugar normalmente asignado al público tuviera que reconocerse por uno u otro motivo pendiente de la famosa película identificándose hasta cierto crítico punto con quien acoge a la big star venida de Estados Unidos que al franquear el umbral del avión abre los brazos como la benévola estatua de Cristo colgada del helicóptero de la secuencia inaugural en camino hacia el Vaticano, ése cuya sombra oscilante acaricia escombros milenarios, escuálidos inquilinatos de viviendas populares en construcción, obreros sudorosos y muchachadas pasolinescas alborotadas, monumento perseguido por un segundo vehículo arremolinado con fotorepórter anexo, Paparazzo arquetípico en compañía del personaje a primera y última vista principal, siempre que las nociones de principio y unidad personificada ya no estén en juego: Marcello Rubini, escritor principiante sumiso al papel de cínico joyel de las más dulces revistas de crónica rosa y sangrienta, cuestionable protagonista, a que las cursivas alivien la paradoja ingenua.

Finalmente auto-antagonista tal vez no tan tortuoso cuanto su maestro filicida y suicida, Steiner, distinguido poeta atento a la literatura sánscrita (como confirmarían sus compasivos ideales de total desistencia, “fuera de las pasiones, desapegados”, en las ramificadas estelas de la práctica oriental del desprendimiento, vairâgya según las antiguas enseñanzas de Patanjali), fanático de la naturalidad y de la sobrenaturaleza abismal prometidas y amenazantes no menos desde el estallido del trueno o el canto de las avecillas que desde el escalofrío de Bach tras el órgano de la Basílica de San Juan Bosco o las combinaciones silábicas de sus hijitos, cónyuge evidentemente irreprochable, tiernísimo padre de familia y a la vez tenebroso artífice que Marcello estupefacto, ante el comisario de policía, terminará por definir como alguien que “quizás tenía miedo de sí mismo”... si quien se acerca entonces a la obra de Fellini se identificase de buenas a primeras con la mirada de cualquiera entre la manada de admiradores profesionales reunidos al pie de los peldaños de Alitalia pisados por la gran estrella sería dado creer que, al aplaudir en vivo y en directo la iniciativa del productor de cine responsable de tamaña bienvenida, un petimetre de bigotito perspicaz resuelto a que el astro recién desembarcado se refleje en el espejo de un emblema patrio visceral, las fórmulas retóricas del locutor de la RAI (Radio y Televisión Italiana) encantado con los colores de la pizza que “parecen resumir la alegría de vivir de nuestro país”.

Podrían verterse trastornando el valor de la ofrenda polícroma para que tomate y mozzarella, sangre y leche revueltas, no encarnen apenas la dulzura vital de una nación entre otras sino ante todo el luctuoso amargor de un poblacho planetario entregado al disfraz espectacular de sacrificios cruentos demasiado comunes y absolutamente corrientes – en dos palabras productos consumibles, adorables y masticables al nivel holivúdico de la bisteccona, micrófono aparte piropo de talante antropófago esgrimido por el profesional de la RAI en honor del tórrido derroche materno de una pechugona poco estrecha pariente de la tendera de Amarcord y la sarracena de 1/2.

Lujosamente dilatada más bien y a la moda sin dejar de lado la bestialidadpertinente, dicho sea liberando de rémoras antropocéntricas no sólo el desafuero materialista del Espíritu de los espíritus inseparable del quebranto mesiánico intemporal traído a cuento por la anónima anciana (¿etnóloga jubilada antimisionera?) con la que se entretiene la novia de Marcello sobre el potrero del miserable milagro, al pie de la instalación técnica del carnicero de la RAI: - “¿Cómo que no importa si es o no la Santísima Virgen?” es la pregunta de Emma en las afueras de la ciudad eterna, kilómetro 47, durante el rodaje de otra peli al interior de la peli, ni tan lejos ni tan cerca del par de pícaros mocosos mal entrenados que arrastran de aquí para allá y da capo la multitud de orantes al servicio de la escenografía mediática, turbas de paparazzi.  

Bruno Mazzoldi 

Nacido en Milán en 1942 Bruno Mazzoldi reside en Colombia desde 1961. Ha enseñado en la Escuela Normal para Varones de Fonseca, Baja Guajira, en el Colegio Junín de la Isla de Providencia, en la Universidad del Cauca y en la de Nariño. Otrora vocalista del grupo de jazz de Pegi Dromgold, es miembro de la Cátedra Juan Marinello de la Universidad Central de Las Villas de Cuba. Entre sus publicaciones: Proyecto “Tableaux Mourants” (con José A. Restrepo), U. Nacional, Bogotá, 2004; La entrevista de bolsillo – Jacques Derrida responde a Freddy Téllez y B. M., Siglo del Hombre / Inst. Pensar, Bogotá, 2005; A veces Derrida (Derrida desde las Indias; Bordes de la plegaria; Golosa), U. El Externado, Bogotá, 2013, Próximamente Avenida Séptima Blues Perreo respetuoso. Vive en Bogotá.

 Acá puedes descargar y disfrutar del texto completo La Dolce Vita Bruno Mazzoldi

Fellini dibujos 

 

Existen muchas formas de atrapar las ideas, de plasmar nuestros sueños y materializarlos, Fellini tenia un método particular para proyectar e imaginar lo que serian sus grandes películas. El papel y el lápiz, antes que las letras eran su primer borrador. A través de sus caricaturas dio vida a miles de personajes, escenarios e ideas que buscaba para sus obras, aquellos “garabatos”  como solía llamarlos, se transformarón en una forma de opinar y lanzar criticas a la sociedad de la posguerra, sus trazos disparaban cualquier disparate, ocurrencias, e irrealismo mágico, aquellos rostros burlecos e híper exagerados  traspasaron fronteras y se mantuvieron en medio de una constante fuga de la realidad. Y aunque para él eran simples dibujos, estos han sido exhibidos en museos como el Guggenheim.

 

“¿Por qué dibujo los personajes de mis películas?¿Por qué bosquejo sus caras, sus narices, sus bigotes, sus corbatas, sus bolsos, su manera de cruzar las piernas y esbozo las personas que vienen a verme a la oficina? A lo mejor ya lo he dicho; es un manera de empezar a mirar la película en la cara, para ver qué tipo es, el intento de fijarme en algo, aunque sea minúsculo, incluso insignificante, pero que me parece que tiene que ver con la película y, de manera velada, me habla de ella”.

Federico Fellini.

 

 

 

 

 

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