No repetición:

Después del silencio. El silencio de los fusiles permite escuchar al otro, al que está al lado, pero se ha vuelto invisible. La aceptación como seres múltiples, con capacidades y limitaciones, pero habitantes de un mismo espacio vital que puede ser transformado en oportunidades al alcance de todos. Las llaves se han perdido en el olvido y los candados de la casa abandonada a la fuerza deben ser abiertos a golpes, un golpe seco que taladra los recuerdos, una ráfaga de imágenes superpuestas de llanto, temor y gritos ahogados. Sobre la pared mohosa, un desvencijado calendario superpone las hojas desordenadas de los meses como si la vorágine hubiese trillado todos los días en un amasijo sin forma; las telarañas forman un muro casi impenetrable que apenas permite ver las viejas fotos familiares como intervalos inasibles. ¡Todo está, pero todo falta! La madeja de recuerdos debe ser hilada de nuevo, está maltrecha, está fragmentada, esta desconectada…la ausencia estampó sus huellas en los muros, en los dinteles, en las baldosas, en el suelo de tierra pisada y hace aullar su llanto por las rendijas al levantar hojas secas, cascarones de cigarras y cenizas mustias. El camino ha sido largo, el sudor brota por los poros mientas el viento fresco apacigua el sopor. Aún el paréntesis no se ha cerrado, el llanto no se ha enjugado, la herida no se ha cerrado, la memoria se agolpa sin freno sobre el vórtice turbulento y se hace inmanente la verdad.

¿Cómo lograr que los hechos, las acciones y las motivaciones del conflicto no vuelvan a repetirse?